Londres, 29 jul (EFE).- Hoy hace treinta años, se celebró la
boda entre el Príncipe Carlos y Diana de Gales, un “cuento de hadas”
que se vivió con entusiasmo y patriotismo, pero que acabó en
tragedia e hizo tambalear los cimientos de la monarquía británica.
Cuando se cumple el treinta aniversario de ese soleado 29 de
julio de 1981, en el que los británicos abarrotaron las calles de Londres
para participar del evento, pocas son las menciones o las celebraciones
en recuerdo de la que se consideró la boda del siglo.
Otro enlace, el del príncipe Guillermo con Catalina Middleton,
celebrado el pasado 29 de abril, ha eclipsado un acontecimiento que hace
treinta años fue el programa de televisión más visto de la historia,
con 750 millones de espectadores.
La boda de Guillermo ha conseguido, además, borrar el mal sabor de
boca que dejó el fallido matrimonio de sus padres y ha conseguido
impulsar tras décadas de escándalos la imagen de la monarquía.
Pero hace 30 años los británicos vivieron con verdadero entusiasmo el
enlace del heredero al trono, que se celebró en la Catedral de
San Pablo de Londres, en vez de la Abadía de Westminster, ya que se
necesitaba un templo con capacidad para los 3.500 invitados.
A los británicos les dieron un día de fiesta y 600.000
personas llenaron las calles del centro de la capital británica para ver
de cerca a la que entonces parecía una feliz pareja.
La joven Lady Di, como fue popularmente conocida, llegó a la catedral en una carroza acompañada de su padre, Lord Spencer.
La joven Lady Di, como fue popularmente conocida, llegó a la catedral en una carroza acompañada de su padre, Lord Spencer.
Un velo ocultaba la aniñada y asustada cara de la novia que con sólo
20 años se iba casar con el hijo mayor de la reina de Inglaterra, 12
años mayor que ella.
Los nervios se pusieron de manifiesto sobre todo en el momento del
“sí, quiero” cuando Diana, que se convirtió en la primera mujer inglesa
en 300 años en casarse con el heredero al trono, cambió el orden de los
numerosos nombres de su marido.
En la retina de mucha gente ha quedado grabado el barroco
traje color merengue de Diana, con sus abombadas mangas, una cola de
casi ocho metros y hasta 10.000 perlas incrustadas, que en su
momento causó sensación y que ha quedado como símbolo de la ostentación
que rodeó al enlace.
La tradicional foto de la pareja besándose en el balcón del palacio
de Buckingham dio la vuelta al mundo y protagonizó la primera página de
los periódicos del día siguiente.
El histórico “The Times” aprovechó la ocasión para publicar
su primera portada en color.
La historia entre el Príncipe y la joven aristócrata tenía todos los
ingredientes de un cuento de hadas, pero la felicidad de la pareja duró
poco.
Las infidelidades del príncipe Carlos con su antigua novia, Camila
Parker Bowles, con la que se casaría por lo civil en 2005, torturaron a
Diana, que tras su separación en 1992 reconoció en una
entrevista: “éramos tres en el matrimonio”.
Según el libro “Diana, su verdadera historia” escrito por Andrew
Morton, confidente de la princesa, ya en la luna de miel, la pareja tuvo
una fuerte discusión después de que Diana descubriera que Carlos tenía
unos gemelos con las iniciales “CC”, que la celosa esposa pensó que eran
un regalo de Camilla.
Los enfrentamientos entre la princesa, que se convirtió nada más
casarse en un verdadero icono, y la familia real fueron constantes.
Unas tensiones que culminaron con la muerte de Diana en un accidente
de tráfico en París cuando era perseguida por los paparazzis y que tuvo
una repercusión sin precedente entre los británicos.
La fría reacción de los Windsor ante la muerte de la
denominada “princesa del pueblo” fue muy criticada y los índices de
popularidad de la monarquía se hundieron provocando una crisis
constitucional sin precedentes.
Precisamente, otra boda, la del príncipe Guillermo y Catalina Middleton, que pretendía ser más discreta y acorde con los tiempos actuales, ha ayudado mucho a remontar la imagen de la Familia Real.
Precisamente, otra boda, la del príncipe Guillermo y Catalina Middleton, que pretendía ser más discreta y acorde con los tiempos actuales, ha ayudado mucho a remontar la imagen de la Familia Real.