Amy Winehouse, la estrella en caída libre



Solo hay una cosa que nos guste más que ver caer a nuestros ídolos... y es verlos ponerse de pie. Aunque mientras más aparatosa sea la caída, mucho mejor. Quizá por eso Amy Winehouse despierte tanta fascinación cada vez que aparece en público. El circo mediático que monta la estrella británica de la música soul es tan grande que la justicia le otorgó en 2009 una orden judicial que prohíbe a los paparazziseguirla o acercarse a ella a menos de cien metros. Sin embargo, ningún juez ha podido blindarla de sus propios fantasmas, esas adicciones que la persiguen allí a donde esté.
Hace solo dos semanas, Winehouse comenzó su nueva gira tras varios meses de rehabilitación. Su primera actuación, en el 100 Club de Londres, fue un éxito rotundo, hasta el punto de que el tabloide «The Sun», uno de sus mayores detractores, calificó el concierto-debut de la cantante de 27 años de «fantástico» y «estelar». «Se la veía y sonaba genial. Fue como una de sus antiguas actuaciones», escribió el reportero del diario sensacionalista, que además aclaró que la artista estuvo arropada por su familia y no probó ni una gota de alcohol en toda la noche. «Se ha ido la frágil, volátil e impredecible Amy», concluyó el periodista.

Fiel a los problemas

Pero la Amy «impredecible» regresó el fin de semana pasado. En un concierto en Belgrado, horrorizó a sus fans llegando una hora tarde y completamente ebria, tambaleándose y balbuceando sus canciones. Más de 20.000 espectadores reunidos en el histórico parque Kalemegdan comenzaron a abuchearla, pero ella siguió con el «espectáculo» durante 70 minutos. Su telonera, Ana Zoe Kida, explicó al «Daily Mail» que Winehouse fue «empujada» a subir al escenario por cuatro guardaespaldas. «Ella no quería y montó una escena intentando escaparse del personal de seguridad. Fue penoso, necesita ayuda», reconoció Kida.
Tras su escandalosa actuación, la cantante rechazó el dinero recaudado y suspendió su gira europea, que incluía un concierto en Bilbao el 8 de julio. Aun así, la tormenta mediática siguió cobrando fuerza. «Está lejos de ser una reina. Es más como un paciente de una clínica de rehabilitación —declaró el ministro de Defensa serbio, Dragan Sutanovac— Necesita asistencia médica seria».
Y asistencia médica son dos palabras demasiado familiares para Winehouse. Poco antes de comenzar sus conciertos había sido dada de alta de la Clínica The Priory de Londres, donde recibió un tratamiento de desintoxicación por abuso de alcohol. Según la prensa británica, la cantante terminó el tratamiento «por sugerencia» de su padre, Mitch, un ex conductor de taxis que la abandonó cuando ella tenía 10 años y que ahora administra la fortuna de su hija y la aprovecha para lanzar su propia carrera como cantante. Algunos, incluso, le señalan como el origen de su conducta autodestructiva.

Nacida para triunfar

Con solo 20 años, Winehouse lanzó su primer disco, «Frank», que alcanzó los primeros puestos en los charts británicos y se ganó el reconocimiento de la crítica. Pero la fama, el dinero, los premios y el coqueteo con los excesos llegarían en 2006, con su segundo disco, «Back to black». Temas como «Rehab» (rehabilitación) le hicieron vender más de 6 millones de copias y amasar una fortuna de más de 10 millones de euros, convirtiéndola en la presa preferida de los paparazzi. Karl Lagerfeld la coronó como «la nueva Bardot» y utilizó su imagen desaliñada y retro en sus desfiles, mientras otros la nombraron «la villana del año», «la peor vestida del showbusiness» o «la mejor artista del Reino Unido», entre otros títulos.
En la cima de su carrera, llegó a su vida el que sería su esposo, Blake Fielder-Civil, un asistente de producción de vídeos con fama de «yonqui». Las drogas, el alcohol, los enfrentamientos con la justicia, la violencia doméstica y la sobreexposición en los tabloides fueron el plato diario de este fugaz y tortuoso matrimonio. En 2009 Fielder-Civil terminó en la cárcel y ella reconoció que toda su relación había estado basada en las drogas, pero que lo seguía amando. Y es que, como la definió «Newsweek», Winehouse es «una tormenta perfecta de provocación sexual, talento crudo y pobre control de impulsos». O lo que es lo mismo: una luminaria nacida para estrellarse
 
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